Con un EP y un álbum anteriores a Understand The World, la banda sueca Three Seasons -¿qué tendrá Escandinavia para producir tantísima buena música?- ya ha generado la suficiente literatura en los blogs especializados como para no tener mucho más que decir, pero por respeto a los lectores de Rockinspain voy a intentar recomendar el disco desde la más estricta visión personal.
Para que todos tengamos claro de qué estamos hablando, Three Seasons son Deep Purple, Uriah Heep, Grand Funk Railroad, Led Zeppelin, Black Sabbath, Cream, Iron Butterfly, Humble Pie, The Doors y Vanilla Fudge todos juntitos pero bien revueltos. Todo lo que ha ocurrido en el mundo de la música después de 1979 les es ajeno. O sea, música para nostálgicos. Lo que ocurre es que, cuanto más se escuchan, Three Seasons incluso parecen mejores que algunos de los arriba mencionados. Con el blues rock psicodélico ha pasado que casi todas las bandas que se han subido al carro revival pueden alardear de una profesionalidad, formación, técnica instrumental y carisma superiores a la de las bandas clásicas. Su único problema es que no son ni serán nunca míticas. Pero no sé si el mundo hoy en día está para mitos.
Está claro que con semejante propuesta Three Seasons sólo optan a copar los primeros puestos de listas especializadas y a gozar de la admiración de periodistas musicales independientes a los que no les pagan las majors para encumbrar cualquier mediocridad. ¿Y qué? El negocio de la música ya hace tiempo que siente tambalearse sus cimientos porque el antiguo sistema ya no funciona y la democracia que internet ha instaurado en lo referente a la difusión y al consumo de música nos permite disfrutar en cada momento de lo que nos gusta sin dejarnos llevar por la dictadura de los medios generalistas. Todos tenemos una audiencia, y en este caso, el público de Three Seasons agradecemos a la banda ese teletransporte a los 60 y 70 con la calidad que lo hacen.
El disco se abre con Set In Stone, donde el órgano Hammond ya empieza a hacer de las suyas en una pieza grandilocuente que mezcla psicodelia y blues rock a partes iguales y se resiste a cruzar el límite duro y agresivo que nos haría calificarla de otra manera. A pesar de las reminiscencias purplelianas, el tema no deja de ser bien original. Tanto como el siguiente, Searching, sólo que este en un tempo algo más tranquilo y con ligeros toques experimentales. Far As Far Can Be es la primera joya verdadera del álbum. El leit motiv de la canción (que bebe de nuevo de Deep Purple y su imperecedera Child In Time), en forma de teclados (hammond incluído) al que se van uniendo guitarras y batería desencadenan más de seis minutos de crescendo bluesero que, como decíamos antes, nunca llega a la orgía porque a Three Seasons, ahora nos damos cuenta, les gustan más los preliminares que el “aquí te pillo, aquí te mato”. O eso creíamos, porque Ain’t Got Time contiene algo muy parecido a un clímax sonoro; un rock machacón, enloquecido y lisérgico, Woodstock en estado puro. De tan bien empastada con la música, se nos pasaba mencionar la magistral voz de Sartez Faraj, perfecta en la difícil combinación entre calidez y dureza. Se acaba el tema y todavía nos falta la mitad del disco.
Como si de un vinilo se tratara, le damos la vuelta y ponemos la aguja para disfrutar de Understand The World, que contiene una sensual y melancólica parte intermedia donde el Hammond nos vuelve a poner los pelos de punta, todo de nuevo a medio gas, como anticipando mejores momentos. I Would Be Glad es más clásica, rockera, directa y hasta previsible, pero nos deja pronto para disfrutar de la perla del disco: Maria. Son siete minutos y medio de magisterio instrumental, un tema que no quieres que acabe nunca, que te relaja y te conmueve, te sobrecoge y te perturba, un viaje casi extrasensorial que invita a soñar sin dejar de tocar con los pies en el suelo. Pies que se quedan anclados con Can’t Let Go, el tema que cierra este descomunal discazo, con la banda al completo a puntito de quemar sus instrumentos en pleno escenario, en un derroche de energía y maestría que por momentos nos hace dudar de si lo que estamos oyendo es real o son los fantasmas de Jimmy Page, Ritchie Blackmore o John Lord los que han poseído a los músicos. Acaba el álbum y no te queda más remedio que volver a darle la vuelta y poner la aguja sobre el primer tema de la cara A. Con Understand The World no sé si hemos comprendido el mundo, lo que sí tengo claro es que la música que contiene lo hace un poquito menos detestable.