WILLIS DRUMMOND «A ala B»- Bidehuts

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Muy inspirado disco del cuarteto vasco-francés, el cuarto en cinco años, donde exprimen con madurez las diferentes líneas por las que ha ido evolucionando el rock radical vasco.

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Se decía en el documental recientemente estrenado sobre el rock radical vasco que «su onda expansiva todavía dura entre nosotros». Así puede intuirse en Willis Drummond, que con este, su cuarto disco, trazan nuevamente una estética de la diferencia basada en canciones muy directas, lineales, es decir, sin estructura cíclica (estrofa-puente-estribillo-bis) donde lo importante es el mensaje, profundo y maduro, cargado de realismo psicológico.

Diez canciones de negación liminal punk, tan vigente todavía en estos tiempos de “post-desarrollo”, si me permiten el término. O al menos ese es el epicentro del que emanan diferentes líneas melódicas y expresivas posibles, que el cuarteto vascofrancés explota desde una paradójica variedad homogénea. Podríamos decir, si nos ponemos formalistas, la forma del Lauburu, por el modo en que derivan de ese núcleo los diferentes caminos, que van desde el country-folk, el euskalpunk, el grunge de Pearl Jam o Fugazi, el stoner, el hard rock… Es lo que da la experiencia de un lustro en el que han producido cuatro discos, además de la procedencia de sus componentes, de bandas anteriores como Skunk o Monarch.

A ala B es un disco fresco y generoso, con un potente arranque, que se diluye tras su tema homónimo, pero reflota con aún más energía en Tresna (“Instrumento”) el tal vez más potente corte del álbum, donde se introducen modos griegos, es decir, una mayor carga de melodía. Es el preludio para la parrafada que se sueltan en Aginduaren zain (Esperando una orden), que tiene continuidad e Ate Ttipia (“La puerta pequeña”), donde se expresa el irredentismo como algo cotidiano; sublimación que sólo los mejores exponentes del ethos punk vasco han sabido reflejar en la música. Destaca el simbolismo de las letras como en Anai (Hermanos), inspirada en la obra de Townes Van Zandt, el poeta de country-folk de Nashville.

Algunas de las sentencias expresadas por W.D. podrían recordarse en el futuro como representativas de nuestra época; tales como «no te confundas de enemigo, hay que expulsar la rabia hacia arriba» «A día de hoy, ¿no se legítimo ser ilegal?». La línea general del álbum viene envuelta por el duelo que supone cada decisión que tomamos en la vida.

Lo visual es hoy muy influyente en nuestra música, y Willis Drummond también tiene hueco para su representación; así pues reconocen cierta influencia del cienasta francés Alain Resnais, tal vez por el modo en que este gran exponente de la nueva ola de cine Europeo trajo a colación la liberación de las formas estéticas dominantes, o por su realismo psicológico, que ya he destacado más arriba.

Encontramos una explicación del nombre de la banda en el Correo de Alava: «Willis Drummond era un personaje de una serie de televisión de los 80. Junto a su hermano, ambos dos críos negros y pobres, fue el símbolo del american way of life y de la integración perfecta. Pero el actor que lo interpretaba acabó en la cárcel después de un tiroteo relacionado con ventas de drogas en el showbizness. Nos gustaba esa ironía y la oposición entre lo que pretende lograr el sistema y lo que crea».

No en vano, de ellos ya se ha dicho que son posibles candidatos a heredar el trono de Berri Txarrak o Lisabö. Porque no cabe duda de que esto es “musique de qualité”, señores.

Grabado por Karlos Osinaga y Inigo Irazoki, mezclado por Burke Reid y masterizado por John Golden (Primus, Sonic Youth), Willis Drummond han pulido un cuarto disco que ya se está colando en las listas más selectas.

Rubén G. Herrera

Miembros:
Jurgi Equiza (voz, guitarra)
Xan Bidegain (bajo)
Rafa Rodrigo (guitarra)
Feliz Buff (batería)

Tracklist:

1. Ilegala
2. Menperatzen dut
3. A ala B
4. Anai
5. Komedia
6. Tresna
7. Aginduaren zain
8. Ate ttipia
9. Berantegi
10. Munduari kondenatuak