Texto y fotos Thaís Aguilar
Esto es de otro planeta. Aquí rige otra moneda, otro mood, otra ética, otro mercado, otra religión, otro tiempo.
La pequeña y encantadora comuna de Clisson del departamento de Loira, Nantes, Francia, de11,3 km cuadrados y escasos 10.000 habirtantes, se convierte desde hace 14 años en la capital mundial del metal y recibe en promedio a 200.000 amantes del rock y del metal de todo el orbe.
Este 2019, los cuatro días del festival que arrancó el 20 de junio y se extiende hasta el domingo 23, serán el escenario de 134 grupos de música rock y metal tocan de 4:30 pm a 2:30 am, en seis escenarios simultáneos y en jornadas de resistencia dignas de la más profunda fe.
La fe ciega en que verás a tu banda favorita dar mejor de sí, en conciertos de 45 minutos a una hora, y que nadie te juzgará si gritas o brincas como un descosido, si vistes con tanga negra y mini bikini con aplicaciones de metal, si tu atuendo es similar al de un ser humano de las cavernas, o llevas un manto rosa fucsia, o vas de ciborg, o como un templario, una bruja o como una citadina limpia de tatuajes —cosa rara, pero posible—, como yo.
No importa qué idioma hables, qué color de piel tienes, que orientación sexual te define, qué edad ostentes, qué limitación física tienes, en Hellfest todo es posible y está disponible para que te desplazes con facilidad a lo largo y ancho de las aproximadamente cinco hectáreas que acogen este legendario festival, con zonas de acampar, baños, duchas, tiendas, áreas de comida y bebida, sitios de descanso y sombra, zona de juegos muchos espacios para compartir y varios escenarios para escoger cuál banda escuchar, a lo largo de esta jornada.
Nunca me hesentido más libre, relajada y segura, en un lugar donde todo el mundo va a su ritmo y su rollo, donde la felicidad y el relajamiento marcan la pauta de cada jornada, matizada con cruentas cuotas de licor.
Entrando en calor
Día a día va incrementando la afluencia de fanáticos del metal y el rock, al tiempo que el clima mejora y se calienta. Hacia las 5 de la tarde podemos estar a 30 grados centígrados y por la noche puede descender hasta los 13 grados.
Pero los larguísimos días de verano se aligeran con la ingesta de litros, litros y más litros de cerveza, de todas las clases posibles, servidas en pequeños picheles de un litro o en vasos de 250 a 50 ml, que se evaporan en un santiamén por el calor del día, la emoción del concierto, la calidez de la amistad cultivada con música de la mejor, en este templo particular.
Y tampoco puede faltar vino del bueno y licores destilados, bebidas energéticas y otras saborizadas, más helados deliciosos o exquisitos platillos franceses e internacionales.
Es común encontrarse a gente de todas la edades, mujeres y hombres, durmiendo bajo alguna sombra o en medio pastizal, sumidos en un sueño etílico y de cansancio.
Este festival crece y se mejora con los años, me cuentan veteranos y veteranas de esta fiesta pagana que se alimenta de los símbolos de antiguas culturas en su contenido, su música y su estética.
A Hellfest acude especialmente población francesa de todas las edades, en familia o en solitario, así como personas de todo el mundo cuyas vestimentas no pasan desapercibidas y ya que algún atuendo –o todo– ha de ser negro, que es el código imprescindible del metal y el rock.
Decenas de áreas de acampar inundan este pequeño pueblo, además den la que dispone la organización del festival en zonas dentro del recinto.
Esta actividad deja una cuantiosa ganancia a la municipalidad de Clisson que apoya el festival y que, además, genera trabajo extra y mucho voluntariado para los vecinos y vecinas de la zona quienes, al igual que sus particulares visitantes de este fin de semana largo, han de quedar agotados de estas intensas jornadas de música y diversión.